El don más descuidado de la iglesia cristiana.
La doctrina de la Trinidad es el concepto más difícil que alguna vez he tenido que procurar entender con mi mente limitada. Ya es difícil procurar concebir un Dios que no tiene comienzo ni fin (en especial, pensar que ¡no tiene comienzo!). Pero es un desafío tres veces mayor tratar de imaginar tres seres separados —cada uno de ellos siendo el mismo Dios en todo sentido y viviendo lado a lado por toda la eternidad— ya que no hubo tiempo en el pasado donde no existieran como tales.
He analizado una y otra vez el tema, solo para descubrir mi impotencia intelectual ante un misterio tan inescrutable.
En el corazón mismo de este misterio se halla “la Tercera Persona” (para utilizar una expresión común para referirse al Espíritu Santo en la teología cristiana). El profesor Stanley Hopper, de la Universidad Drew, expresó años atrás que “la doctrina del Espíritu Santo es al mismo tiempo la más central y descuidada doctrina de la fe cristiana”. En este artículo, sin embargo, hablaré más del Espíritu no como doctrina, sino como “persona”.
Al acercarse al fin de su vida en esta tierra, Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador” (Juan 14:16).
El lenguaje original de este texto contiene un matiz muy sutil que no es evidente en la traducción, centrado en la palabra “otro”. En griego, el escritor/orador podía utilizar dos palabras distintas, según el énfasis que quisiera dar a la frase. Por ejemplo, si quería distinguir a un elefante de un leopardo, usaría la palabra heteros para referirse a “otro animal”. Pero si la otra criatura también era un elefante, elegiría la palabra allos, o sea, otro animal de la misma clase.
Es probable que Jesús haya dicho esta frase en arameo, pero al interpretar su significado, Juan utilizó la palabra allos. Esto significa que la promesa de Jesús era enviar a alguien que en esencia era igual a él. Es decir que no era una fuerza, sino una persona. Una persona que escucha nuestras penas, siente nuestro dolor, simpatiza con nuestro sufrimiento, nos apoya en las luchas y nos capacita para vivir cada día y para cumplir nuestra misión.
Se nos ha prometido que podemos recibir esta persona poderosa si tan solo lo pedimos.
Tomemos por ejemplo los interesantes pasajes paralelos de Mateo 7:7-11 y Lucas 11:9-13. En el pasaje de Mateo, Jesús dice que Dios está más dispuesto que nuestros padres terrenales a darnos las “buenas cosas” que le pidamos. Pero en la versión paralela de Lucas, vemos que Jesús tenía en mente algo infinitamente más importante que meras “cosas”. Allí Jesús dice: “¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Al procurar resolver esta aparente discrepancia (donde en un pasaje dice “cosas” y el otro “Espíritu Santo”), hallé una declaración de Elena de White que pareció aclararme el asunto definitivamente. Al referirse al Espíritu Santo, dice: “El poder de Dios aguarda que ellos [sus hijos] lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por fe, trae todas las demás bendiciones en su estela” (El deseado de todas las gentes, p. 626).
Esto significa que aunque es correcto y está bien hacerlo, no necesito presentar una lista de pedidos ante el Señor. No necesito pedirle la victoria sobre esto o lo otro, o sobre otros cien problemas. No necesito lamentar mi falta de fe, mi falta de sabiduría, mi impaciencia y otras mil deficiencias que sé que poseo. Tampoco necesito presentarle un catálogo de otras cien “cosas” que deseo. En su lugar, todo lo que necesito hacer es pedirle a la poderosa tercera persona que venga y tome posesión de mi vida. Entonces, esa “bendición prometida, reclamada por fe, trae todas las demás bendiciones en su estela”.
Esto es lo que llamo la “oferta combinada” de Dios.
¿De qué temer?
A veces pienso que no clamamos anhelantes esta presencia en nuestras vidas porque, francamente, tenemos miedo del Espíritu. Le tememos por lo que hemos visto que sucede con los que anuncian a gran voz que “tienen el Espíritu”. Pensamos que el Espíritu nos llevará a hacer cosas sin sentido, a hacer el ridículo. Pero el Espíritu nunca nos lleva a hacer cosas repugnantes o extrañas para la cultura particular o el lugar donde vivimos. Al contrario, es el Espíritu el que a menudo impide que hagamos muchas ridiculeces a las que estamos tan propensos.
De hecho, este don es mucho más práctico que lo que a veces comprendemos. Para ilustrarlo cito Éxodo 35:30-33, que denomino la “actividad secular” del Espíritu Santo. En ese versículo vemos que otorga capacidad para diseñar y construir. Esto indica que sea cual fuere nuestro llamado u ocupación, podemos confiar en que el Espíritu nos dará la capacitación que necesitamos.
¡Es algo maravilloso! No importa si somos constructores, maestros, enfermeros, mecánicos, médicos, estudiantes o lo que fuera, la presencia del Espíritu incrementa nuestra capacidad y eficiencia.
El Espíritu, sin embargo, no nos hace mejores sin un propósito definido. Dios quiere que utilicemos los dones del Espíritu para construir su reino.
¿Nos hemos tornado autosuficientes?
Si pensamos en todas las maravillas y avances tecnológicos que gozamos hoy, es muy posible que muchos de nosotros sintamos que podemos valernos por nosotros mismos, pero la palabra de Dios es tan cierta hoy como entonces: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu” (Zac. 4:6).
Al reconocer su incapacidad de lograr algo duradero por sí mismos, los discípulos de Cristo oraron “con intenso fervor pidiendo capacidad para encontrarse con los hombres” (Los hechos de los apóstoles, p. 30). ¡Y lo que siguió fue el Pentecostés!
No fue casualidad que el gran predicador inglés Charles Spurgeon podía atraer a las multitudes que de pie lo escuchaban en Londres en un día de semana. En una de sus oraciones leemos estos sentimientos: “Oh Dios, envíanos el Espíritu Santo; danos tanto el aliento de vida espiritual y el fuego de celo inconquistable, hasta que las naciones se rindan ante la influencia de Cristo”.
Esta es nuestra mayor necesidad como iglesia, y tenemos mensajes proféticos que afirman que esa necesidad será cumplida antes del fin. “La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación del poder divino que la que señaló el principio de ella. . . Miles de voces proclamarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y señales y prodigios seguirán a los creyentes” (El conflicto de los siglos, pp. 669, 670).
Una relación estrecha y personal
El Espíritu es asimismo la solución última para todas nuestras enfermedades y problemas. Como lo expresa nuestra Creencia Fundamental No. 5, “a los que responden a su llamado, [el del Espíritu] los renueva y transforma a la imagen de Dios”. La culpa, la ansiedad, la hostilidad y un sinnúmero de otros problemas se diluyen en la presencia de la poderosa tercera persona. El Espíritu llega a nosotros con un poder que nos llena, nos estimula, nos recupera y transforma, y se derrama como la energía eléctrica sobre nuestras almas agobiadas, haciendo que cada nervio, cada fibra de nuestros cuerpos resuene con nueva vitalidad y poder.
Y todo esto sucede imperceptiblemente: “Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios” (El Deseado de todas las gentes, p. 144).
¡Qué mensaje para nuestras agobiadas almas y para nuestro confundido y arruinado mundo! La Tercera Persona es nuestra necesidad más apremiante.
Fuente: AdventistWorld.com
Autor: Roy Adams es el redactor de asociado Adventist World. Ha sido editor asociado de la Adventist Review desde 1988. Anteriormente, Adams servido a la Iglesia Adventista en los EE.UU. y Filipinas. Obtuvo un ThD en la Andrews University. Es autor de varios libros incluyendo El Santuario (The Sanctuary, Review and Herald, 1994) y La naturaleza de Cristo (The Nature of Christ, Review and Herald, 1994).
La doctrina de la Trinidad es el concepto más difícil que alguna vez he tenido que procurar entender con mi mente limitada. Ya es difícil procurar concebir un Dios que no tiene comienzo ni fin (en especial, pensar que ¡no tiene comienzo!). Pero es un desafío tres veces mayor tratar de imaginar tres seres separados —cada uno de ellos siendo el mismo Dios en todo sentido y viviendo lado a lado por toda la eternidad— ya que no hubo tiempo en el pasado donde no existieran como tales.
He analizado una y otra vez el tema, solo para descubrir mi impotencia intelectual ante un misterio tan inescrutable.
En el corazón mismo de este misterio se halla “la Tercera Persona” (para utilizar una expresión común para referirse al Espíritu Santo en la teología cristiana). El profesor Stanley Hopper, de la Universidad Drew, expresó años atrás que “la doctrina del Espíritu Santo es al mismo tiempo la más central y descuidada doctrina de la fe cristiana”. En este artículo, sin embargo, hablaré más del Espíritu no como doctrina, sino como “persona”.
Al acercarse al fin de su vida en esta tierra, Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador” (Juan 14:16).
El lenguaje original de este texto contiene un matiz muy sutil que no es evidente en la traducción, centrado en la palabra “otro”. En griego, el escritor/orador podía utilizar dos palabras distintas, según el énfasis que quisiera dar a la frase. Por ejemplo, si quería distinguir a un elefante de un leopardo, usaría la palabra heteros para referirse a “otro animal”. Pero si la otra criatura también era un elefante, elegiría la palabra allos, o sea, otro animal de la misma clase.
Es probable que Jesús haya dicho esta frase en arameo, pero al interpretar su significado, Juan utilizó la palabra allos. Esto significa que la promesa de Jesús era enviar a alguien que en esencia era igual a él. Es decir que no era una fuerza, sino una persona. Una persona que escucha nuestras penas, siente nuestro dolor, simpatiza con nuestro sufrimiento, nos apoya en las luchas y nos capacita para vivir cada día y para cumplir nuestra misión.
Se nos ha prometido que podemos recibir esta persona poderosa si tan solo lo pedimos.
Tomemos por ejemplo los interesantes pasajes paralelos de Mateo 7:7-11 y Lucas 11:9-13. En el pasaje de Mateo, Jesús dice que Dios está más dispuesto que nuestros padres terrenales a darnos las “buenas cosas” que le pidamos. Pero en la versión paralela de Lucas, vemos que Jesús tenía en mente algo infinitamente más importante que meras “cosas”. Allí Jesús dice: “¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Al procurar resolver esta aparente discrepancia (donde en un pasaje dice “cosas” y el otro “Espíritu Santo”), hallé una declaración de Elena de White que pareció aclararme el asunto definitivamente. Al referirse al Espíritu Santo, dice: “El poder de Dios aguarda que ellos [sus hijos] lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por fe, trae todas las demás bendiciones en su estela” (El deseado de todas las gentes, p. 626).
Esto significa que aunque es correcto y está bien hacerlo, no necesito presentar una lista de pedidos ante el Señor. No necesito pedirle la victoria sobre esto o lo otro, o sobre otros cien problemas. No necesito lamentar mi falta de fe, mi falta de sabiduría, mi impaciencia y otras mil deficiencias que sé que poseo. Tampoco necesito presentarle un catálogo de otras cien “cosas” que deseo. En su lugar, todo lo que necesito hacer es pedirle a la poderosa tercera persona que venga y tome posesión de mi vida. Entonces, esa “bendición prometida, reclamada por fe, trae todas las demás bendiciones en su estela”.
Esto es lo que llamo la “oferta combinada” de Dios.
¿De qué temer?
A veces pienso que no clamamos anhelantes esta presencia en nuestras vidas porque, francamente, tenemos miedo del Espíritu. Le tememos por lo que hemos visto que sucede con los que anuncian a gran voz que “tienen el Espíritu”. Pensamos que el Espíritu nos llevará a hacer cosas sin sentido, a hacer el ridículo. Pero el Espíritu nunca nos lleva a hacer cosas repugnantes o extrañas para la cultura particular o el lugar donde vivimos. Al contrario, es el Espíritu el que a menudo impide que hagamos muchas ridiculeces a las que estamos tan propensos.
De hecho, este don es mucho más práctico que lo que a veces comprendemos. Para ilustrarlo cito Éxodo 35:30-33, que denomino la “actividad secular” del Espíritu Santo. En ese versículo vemos que otorga capacidad para diseñar y construir. Esto indica que sea cual fuere nuestro llamado u ocupación, podemos confiar en que el Espíritu nos dará la capacitación que necesitamos.
¡Es algo maravilloso! No importa si somos constructores, maestros, enfermeros, mecánicos, médicos, estudiantes o lo que fuera, la presencia del Espíritu incrementa nuestra capacidad y eficiencia.
El Espíritu, sin embargo, no nos hace mejores sin un propósito definido. Dios quiere que utilicemos los dones del Espíritu para construir su reino.
¿Nos hemos tornado autosuficientes?
Si pensamos en todas las maravillas y avances tecnológicos que gozamos hoy, es muy posible que muchos de nosotros sintamos que podemos valernos por nosotros mismos, pero la palabra de Dios es tan cierta hoy como entonces: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu” (Zac. 4:6).
Al reconocer su incapacidad de lograr algo duradero por sí mismos, los discípulos de Cristo oraron “con intenso fervor pidiendo capacidad para encontrarse con los hombres” (Los hechos de los apóstoles, p. 30). ¡Y lo que siguió fue el Pentecostés!
No fue casualidad que el gran predicador inglés Charles Spurgeon podía atraer a las multitudes que de pie lo escuchaban en Londres en un día de semana. En una de sus oraciones leemos estos sentimientos: “Oh Dios, envíanos el Espíritu Santo; danos tanto el aliento de vida espiritual y el fuego de celo inconquistable, hasta que las naciones se rindan ante la influencia de Cristo”.
Esta es nuestra mayor necesidad como iglesia, y tenemos mensajes proféticos que afirman que esa necesidad será cumplida antes del fin. “La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación del poder divino que la que señaló el principio de ella. . . Miles de voces proclamarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y señales y prodigios seguirán a los creyentes” (El conflicto de los siglos, pp. 669, 670).
Una relación estrecha y personal
El Espíritu es asimismo la solución última para todas nuestras enfermedades y problemas. Como lo expresa nuestra Creencia Fundamental No. 5, “a los que responden a su llamado, [el del Espíritu] los renueva y transforma a la imagen de Dios”. La culpa, la ansiedad, la hostilidad y un sinnúmero de otros problemas se diluyen en la presencia de la poderosa tercera persona. El Espíritu llega a nosotros con un poder que nos llena, nos estimula, nos recupera y transforma, y se derrama como la energía eléctrica sobre nuestras almas agobiadas, haciendo que cada nervio, cada fibra de nuestros cuerpos resuene con nueva vitalidad y poder.
Y todo esto sucede imperceptiblemente: “Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios” (El Deseado de todas las gentes, p. 144).
¡Qué mensaje para nuestras agobiadas almas y para nuestro confundido y arruinado mundo! La Tercera Persona es nuestra necesidad más apremiante.
Fuente: AdventistWorld.com
Autor: Roy Adams es el redactor de asociado Adventist World. Ha sido editor asociado de la Adventist Review desde 1988. Anteriormente, Adams servido a la Iglesia Adventista en los EE.UU. y Filipinas. Obtuvo un ThD en la Andrews University. Es autor de varios libros incluyendo El Santuario (The Sanctuary, Review and Herald, 1994) y La naturaleza de Cristo (The Nature of Christ, Review and Herald, 1994).
Pastor agamosla simple
ResponderEliminar2 cor3:3 sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
3:4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;3:6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.3:16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
3:17 "Porque el Señor es el Espíritu"; y donde está el "Espíritu del Señor", allí hay libertad.
3:18 Por tanto,..., somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.Tan dificil es entender que Dios Padre y Jesus actuan por medio de SU espiritu y no el de otro ser o dios,rom 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
8:10 Pero si Cristo está en vosotros...Efe1:17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,..Pastor tan dificil es entender que el espiritu procede del padre y el hijo por lo tanto es posecion de ellos y no un ser?
gal 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.Pastor por que traer la sinagoga de satanas a la iglesia oro por ud.
El poder que imparte CRISTO capacita al hombre
ResponderEliminarpara resistir al tirano y usurpador. Cualquiera que aborrezca el
pecado en vez de amarlo, cualquiera que resista y venza esas
pasiones que han dominado por dentro su ser, exhibe la operación
de un principio que viene enteramente de lo alto. El antagonismo
que existe entre el espirutu de Cristo y el de Satanás se hizo
particularmente patente en la forma en que el mundo recibió a
Jesús…el espíritu que mato a Cristo moviliza a lo mpíos para
destruir a sus seguidores. Conflicto de LS Pág.560-562 El espíritu santo es el aliento de la vida espiritual en el alma. El
impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la Vida de
CRISTO. Empapa al receptor con los atributos
De cristo. Únicamente quienes han sido así enseñados de Dios,
los que experimentan la operación interna del espíritu y en cuya
vida se manifiesta al Vida de Cristo, han de destacarse como
hombres representativos para ministrar en favor de la
Iglesia…Dios Desea que los que reciben su gracia sean testigos de su poder. A aquellos cuya conducta a sido mas ofensiva para el, El los acepta libremente; cuando se arrepienten les Imparte SU
Espíritu divino…así han de presentar sus siervos las riquezas de
la Gloria del Don inefable…por medio de la sangre derramada
por el mundo Hay triunfos Que han de lograrse y que reportaran
gloria a Dios y al cordero…” Y la tierra será llena del
conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar. Deseado
Todas las Gentes CAPIT 86 Pág. 757.
Espíritu significa, aliento, viento, si cada vez Que se escribe
ResponderEliminarEspíritu leyéramos ALIENTO SANTO quizás no habría pie para
pensar en Un ser fuera del Padre o el Hijo.
Pablo al explicar la caída y el plan de redención dice: Porque así
como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
Vivificados… así también esta escrito: fue hecho
El primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán espíritu
Vivificante 1 cor. 15; 22y45
"¡Qué mensaje para nuestras agobiadas almas y para nuestro confundido y arruinado mundo! La Tercera Persona es nuestra necesidad más apremiante."
ResponderEliminarPastor, yo creo que con su silencio es mas sabio que hablando del Aliento del Padre.
Roy adamz, un enemigo mas de los adventistas, un jesuita, empleado de la organización adventista que esta llevando a la perdición al pueblo de Dios.La historia se repite.
ResponderEliminarsoy catolico y me parecen estupidos estos comentarios
ResponderEliminarCatolicos trinitarios abstenerse, por ahora el Papa dice que hay una trinidad, conformence con eso, como siempre lo han hecho...
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