“¡Compórtate!”
Cuántos recuerdos me trae esa palabra. A veces era el último consejo antes de salir de casa al campamento de verano. Parecía implicar que la reputación de la familia corría peligro sobre los hombros de nosotros, los jovencitos, durante esa breve excursión en busca de la independencia. Otras veces, el “¡compórtate!” representaba una severa advertencia dada en un momento de comportamiento inapropiado.
¿Conducta cristiana?
¿Es de esperar que los cristianos también tengan un estándar de conducta? ¿Es de esperar que guarden la ley? ¿No es el énfasis en la conducta y las normas otra cosa que legalismo? Este tema siempre ha producido controversias en los creyentes.
Las críticas de Jesús a los fariseos parecen complicar el panorama. Los fariseos estaban obsesionados con la conducta. Tenían reglas para todo: las condiciones que permitían poner fin a un matrimonio; los requerimientos necesarios para el lavado de las manos antes de comer; la necesidad de diezmar aun las hierbas del jardín; y las actividades que se podían hacer en sábado. En Mateo 23, Jesús pronuncia siete “ayes” contra los fariseos, debido a su hipocresía. Los acusa de, entre otras cosas, cerrar el reino de los cielos delante de los hombres (versículo 13); convertir a sus prosélitos en hijos del “infierno” (versículo 15); utilizar artilugios para evadir las promesas (versículo 18); ser sumamente escrupulosos en el diezmo pero ignorar la justicia, la misericordia y la fe (versículo 23).
Este ataque frontal debe haber sorprendido a los fariseos y sus seguidores, pero Jesús dejó muy en claro lo que pensaba al decir: “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20).*
La actitud de Cristo hacia los fariseos (junto con las declaraciones “Oísteis que fue dicho . . . pero yo os digo . . .” de Mateo 5) ha sido utilizada por algunos como pruebas de que él abolió la ley. Sin embargo, una conclusión tal es injustificada si consideramos que también expresó con claridad: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mat. 5:17).
Asimismo, al menos a primera vista, Pablo también parece oponerse a las “obras”, al afirmar que “el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28; véase también 3:20, 21; 8:3; y Gál. 2:16).
De manera que si la salvación no es por las obras, como lo enseñan claramente Cristo y también Pablo ¿por qué ese énfasis constante en la conducta, al menos entre los adventistas?
La base de la conducta cristiana
En primer lugar, debe observarse que la salvación se basa en un don divino, no en el desempeño humano. Al escribir a los creyentes de Éfeso, Pablo es enfático respecto de este punto: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). Y probablemente sea aquí donde el cristianismo tiene una mayor diferencia con las otras grandes religiones. Se ofrece la salvación como un presente ¡así de simple! Nada que hagamos, dejemos de hacer o lleguemos a ser, puede ganar el favor de Dios. En su lugar, por medio de Cristo, Dios garantiza que nos tratará con favor (gracia) y nos dará gratuitamente la vida eterna. Todo lo que tenemos que “hacer” es aceptar o creer (Juan 3:16).
En segundo lugar, debería reconocerse que la entrega de un presente o regalo a menudo produce una respuesta. Inmediatamente después de afirmar en Efesios 2 que la salvación es por gracia, Pablo dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:10). Jesús utilizó la metáfora de la vid y los pámpanos para expresar lo mismo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
¿Qué clase de frutos espera Jesús de la vida cristiana? En Juan 15 se expresa en términos de amor y cuidado por los demás (versículos 9-17; cf. Gál. 5:22, 23). Así emerge claramente que el don de la vida de Cristo tendrá un impacto en cada rincón y escondrijo de nuestra vida. Por ejemplo, al discutir la inmoralidad sexual, Pablo sostiene que hemos sido “comprados por precio; glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Cor. 6:20; cf. 1 Tes. 5:23).
¿Demasiada intromisión?
Bien se podría decir: “Pero es demasiada intromisión. ¿Por qué el cristianismo debe influir en cada aspecto de nuestras vidas?” Lo que pasa es que las relaciones humanas también funcionan de esa manera ¿no le parece? Mi matrimonio ha afectado cada aspecto de mi vida. He aquí una breve lista: con cuánto cuidado dejo mi ropa; adónde voy para recrearme; a qué hora como; qué como; cuán a menudo uso el teléfono; qué clase de amigos tengo y cómo conduzco el automóvil. Éstos son sólo algunos ejemplos y aunque algunos son de gran importancia, no he notado que me sienta restringido ¡excepto tal vez, cuando quiero “colgar” los pantalones en el piso hasta el día siguiente! Es natural que yo quiera “comportarme” porque soy parte de una relación.
Entonces ¿cómo se comportarán los cristianos? Las siguientes sugerencias no son exhaustivas, porque la Escritura misma no es tan explícita en este punto, sino que ofrece principios de conducta que deben ser aplicados en las situaciones y culturas en las que nos hallamos.
No es sorprendente que los cristianos se comporten como buenos ciudadanos pagando los impuestos y respetando las leyes de su país (Mat. 22:21). La excepción se da cuando los requerimientos legales de la nación van contra nuestra responsabilidad primordial para con Dios (Hech. 5:29). Los cristianos también se comportan de manera distintiva con los demás. Se preocupan y hasta perdonan a sus enemigos (Mat. 5:44-48). Pablo indicó que las barreras comunes de estatus, raza y género no tenían por qué dividir a los primeros cristianos (Gál. 3:28); acaso los de ahora necesiten el mismo recordatorio.
Los seguidores de Cristo deberían ser obedientes a la ley de Dios. De hecho, la obediencia será el resultado natural de una relación de pacto con él. El factor de relación cambia toda nuestra perspectiva hacia la ley. En lugar de pensar en las prohibiciones, recordamos que el Señor dijo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto [o de donde fuere], de casa de servidumbre [o de donde fuere]” y por lo tanto “no tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exo.20:2, 3).
Mucho más podría decirse, pero en realidad los cristianos debemos ser cuidadosos en cada área de nuestras vidas para representar con propiedad al Salvador (véase 1 Cor. 10:31). Eso significa tener cuidado en lo que comemos, decimos, vestimos, miramos, bebemos… es decir ¡en todo! Sin embargo, ese cuidado no es obsesivo, demandando absolutamente la misma clase de conducta de cada uno de los cristianos. Dios nos llama a vivir para él en forma personal y en el contexto de la familia de la iglesia. La fortaleza de una familia está dada por la forma en que enfrenta las diferencias entre sus miembros —diferencias de madurez, temperamento, género, etc.— y en la actitud que toma cuando uno de sus miembros no se “comporta” como la familia esperaba que lo hiciera.
Fuente: AdventistWorld.com
Autor: Ray Roennfeldt, Decano de la Facultad de Teología del Colegio Adventista Superior Avondale, en Cooranbong, Australiay Director electo de dicha universidad.
Referencias: *Véase “Shabbath”, en Herbert Danby, editor, The Mishnah: Translated From the Hebrew With Introduction and Brief Explanatory Notes (Oxford: Oxford University Press, 1933), pp. 100-121.
Cuántos recuerdos me trae esa palabra. A veces era el último consejo antes de salir de casa al campamento de verano. Parecía implicar que la reputación de la familia corría peligro sobre los hombros de nosotros, los jovencitos, durante esa breve excursión en busca de la independencia. Otras veces, el “¡compórtate!” representaba una severa advertencia dada en un momento de comportamiento inapropiado.
¿Conducta cristiana?
¿Es de esperar que los cristianos también tengan un estándar de conducta? ¿Es de esperar que guarden la ley? ¿No es el énfasis en la conducta y las normas otra cosa que legalismo? Este tema siempre ha producido controversias en los creyentes.
Las críticas de Jesús a los fariseos parecen complicar el panorama. Los fariseos estaban obsesionados con la conducta. Tenían reglas para todo: las condiciones que permitían poner fin a un matrimonio; los requerimientos necesarios para el lavado de las manos antes de comer; la necesidad de diezmar aun las hierbas del jardín; y las actividades que se podían hacer en sábado. En Mateo 23, Jesús pronuncia siete “ayes” contra los fariseos, debido a su hipocresía. Los acusa de, entre otras cosas, cerrar el reino de los cielos delante de los hombres (versículo 13); convertir a sus prosélitos en hijos del “infierno” (versículo 15); utilizar artilugios para evadir las promesas (versículo 18); ser sumamente escrupulosos en el diezmo pero ignorar la justicia, la misericordia y la fe (versículo 23).
Este ataque frontal debe haber sorprendido a los fariseos y sus seguidores, pero Jesús dejó muy en claro lo que pensaba al decir: “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20).*
La actitud de Cristo hacia los fariseos (junto con las declaraciones “Oísteis que fue dicho . . . pero yo os digo . . .” de Mateo 5) ha sido utilizada por algunos como pruebas de que él abolió la ley. Sin embargo, una conclusión tal es injustificada si consideramos que también expresó con claridad: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mat. 5:17).
Asimismo, al menos a primera vista, Pablo también parece oponerse a las “obras”, al afirmar que “el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28; véase también 3:20, 21; 8:3; y Gál. 2:16).
De manera que si la salvación no es por las obras, como lo enseñan claramente Cristo y también Pablo ¿por qué ese énfasis constante en la conducta, al menos entre los adventistas?
La base de la conducta cristiana
En primer lugar, debe observarse que la salvación se basa en un don divino, no en el desempeño humano. Al escribir a los creyentes de Éfeso, Pablo es enfático respecto de este punto: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). Y probablemente sea aquí donde el cristianismo tiene una mayor diferencia con las otras grandes religiones. Se ofrece la salvación como un presente ¡así de simple! Nada que hagamos, dejemos de hacer o lleguemos a ser, puede ganar el favor de Dios. En su lugar, por medio de Cristo, Dios garantiza que nos tratará con favor (gracia) y nos dará gratuitamente la vida eterna. Todo lo que tenemos que “hacer” es aceptar o creer (Juan 3:16).
En segundo lugar, debería reconocerse que la entrega de un presente o regalo a menudo produce una respuesta. Inmediatamente después de afirmar en Efesios 2 que la salvación es por gracia, Pablo dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:10). Jesús utilizó la metáfora de la vid y los pámpanos para expresar lo mismo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
¿Qué clase de frutos espera Jesús de la vida cristiana? En Juan 15 se expresa en términos de amor y cuidado por los demás (versículos 9-17; cf. Gál. 5:22, 23). Así emerge claramente que el don de la vida de Cristo tendrá un impacto en cada rincón y escondrijo de nuestra vida. Por ejemplo, al discutir la inmoralidad sexual, Pablo sostiene que hemos sido “comprados por precio; glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Cor. 6:20; cf. 1 Tes. 5:23).
¿Demasiada intromisión?
Bien se podría decir: “Pero es demasiada intromisión. ¿Por qué el cristianismo debe influir en cada aspecto de nuestras vidas?” Lo que pasa es que las relaciones humanas también funcionan de esa manera ¿no le parece? Mi matrimonio ha afectado cada aspecto de mi vida. He aquí una breve lista: con cuánto cuidado dejo mi ropa; adónde voy para recrearme; a qué hora como; qué como; cuán a menudo uso el teléfono; qué clase de amigos tengo y cómo conduzco el automóvil. Éstos son sólo algunos ejemplos y aunque algunos son de gran importancia, no he notado que me sienta restringido ¡excepto tal vez, cuando quiero “colgar” los pantalones en el piso hasta el día siguiente! Es natural que yo quiera “comportarme” porque soy parte de una relación.
Entonces ¿cómo se comportarán los cristianos? Las siguientes sugerencias no son exhaustivas, porque la Escritura misma no es tan explícita en este punto, sino que ofrece principios de conducta que deben ser aplicados en las situaciones y culturas en las que nos hallamos.
No es sorprendente que los cristianos se comporten como buenos ciudadanos pagando los impuestos y respetando las leyes de su país (Mat. 22:21). La excepción se da cuando los requerimientos legales de la nación van contra nuestra responsabilidad primordial para con Dios (Hech. 5:29). Los cristianos también se comportan de manera distintiva con los demás. Se preocupan y hasta perdonan a sus enemigos (Mat. 5:44-48). Pablo indicó que las barreras comunes de estatus, raza y género no tenían por qué dividir a los primeros cristianos (Gál. 3:28); acaso los de ahora necesiten el mismo recordatorio.
Los seguidores de Cristo deberían ser obedientes a la ley de Dios. De hecho, la obediencia será el resultado natural de una relación de pacto con él. El factor de relación cambia toda nuestra perspectiva hacia la ley. En lugar de pensar en las prohibiciones, recordamos que el Señor dijo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto [o de donde fuere], de casa de servidumbre [o de donde fuere]” y por lo tanto “no tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exo.20:2, 3).
Mucho más podría decirse, pero en realidad los cristianos debemos ser cuidadosos en cada área de nuestras vidas para representar con propiedad al Salvador (véase 1 Cor. 10:31). Eso significa tener cuidado en lo que comemos, decimos, vestimos, miramos, bebemos… es decir ¡en todo! Sin embargo, ese cuidado no es obsesivo, demandando absolutamente la misma clase de conducta de cada uno de los cristianos. Dios nos llama a vivir para él en forma personal y en el contexto de la familia de la iglesia. La fortaleza de una familia está dada por la forma en que enfrenta las diferencias entre sus miembros —diferencias de madurez, temperamento, género, etc.— y en la actitud que toma cuando uno de sus miembros no se “comporta” como la familia esperaba que lo hiciera.
Fuente: AdventistWorld.com
Autor: Ray Roennfeldt, Decano de la Facultad de Teología del Colegio Adventista Superior Avondale, en Cooranbong, Australiay Director electo de dicha universidad.
Referencias: *Véase “Shabbath”, en Herbert Danby, editor, The Mishnah: Translated From the Hebrew With Introduction and Brief Explanatory Notes (Oxford: Oxford University Press, 1933), pp. 100-121.
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