La palabra "apócrifo", en griego, significa "cosas escondidas". Nadie sabe con certeza por qué algunos libros judíos fueron designados con ese título. Quizá se pensó originalmente que contenían alguna clase de conocimiento secreto, disponible solo para un grupo en particular. Los libros apócrifos fueron producidos entre el siglo III a.C. y el I siglo d.C. La lista de libros o materiales generalmente incluidos en los apócrifos son: 1 y 2 Esdras, 1 y 2 Macabeos, Tobías, Judith, adiciones al libro de Ester y de Daniel, la Oración de Manasés, Baruc, la Carta de Jeremías, el Salmo 151, Sirac (Eclesiástico) y la Sabiduría de Salomón. Muchos de estos libros fueron incorporados al canon del Antiguo Testamento de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.
1. Los apócrifos y la versión griega del Antiguo Testamento. Se argumenta generalmente que los apócrifos fueron incluidos originalmente en la versión griega del Antiguo Testamento, y de allí llegaron a la Biblia cristiana. Pero esto está lejos de ser cierto. La traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta (LXX), comenzó en la primera mitad del tercer siglo a.C. En aquel tiempo, es casi seguro que fue una traducción de solo los cinco libros de Moisés (el Pentateuco o Torá). Se sabe poco acerca del proceso que llevó a la traducción del resto del Antiguo Testamento al griego, particularmente a la traducción o la incorporación de los libros que llamamos apócrifos. No conocemos los libros exactos que fueron incluidos en la Septuaginta durante el tiempo de los apóstoles; ni sabemos si alguna vez hubo una lista oficial de libros apócrifos. Sí sabemos que los judíos nunca consideraron que estos libros formaran parte del canon hebreo. Pero también sabemos que los estimaban y los leían. Manuscritos o fragmentos de algunos de los libros han sido encontrados entre los rollos del Mar Muerto.
2. Los apócrifos y la iglesia cristiana: Se creía que los cristianos adoptaron como su Biblia el canon judío alejandrino más amplio, que incluye a los apócrifos. Esta idea ha sido totalmente desacreditada. En los primeros siglos de la era cristiana, hubo algún debate entre los cristianos referente a estos libros. El caso más famoso es el de Jerónimo (345-420 d.C.). Él decidió traducir el Antiguo Testamento al latín utilizando la Septuaginta, que ya había incluido muchos de los libros apócrifos; pero decidió basar su traducción en el texto hebreo del Antiguo Testamento. Si bien incluyó los apócrifos en su traducción, dejó en claro que estos libros no deberían ser considerados parte del canon inspirado y no debían ser usados para establecer creencias cristianas. Su canon fue el canon breve hebreo. No obstante, consideró que los apócrifos eran dignos de ser leídos.
Agustín sostuvo que la traducción latina de la Biblia debía estar basada en la Septuaginta, para contribuir a la unidad de la iglesia en el Este, donde se utilizaba el griego, y del Oeste, donde se utilizaba el latín. Abogó por considerar los apócrifos como inspirados, y su posición prevaleció. La Biblia latina (la Vulgata) se convirtió en la Biblia oficial de la iglesia cristiana.
3. Los apócrifos y la Reforma: Los reformadores revieron la cuestión de los apócrifos. En su traducción de la Biblia al alemán, Martín Lutero incluyó los libros apócrifos pero, al igual que Jerónimo, no los consideró iguales en autoridad que las Escrituras, y estableció que no debían ser utilizados para definir la doctrina cristiana. La tradición de la Reforma excluyó totalmente los apócrifos del canon, aceptando en su lugar el canon hebreo más breve.
Una de las razones para el rechazo de los apócrifos fue que estos libros apoyaban algunas posiciones erróneas, contrarias a las que la iglesia sostenía como dogmas cristianos. Por ejemplo, apoyan la idea de que las obras humanas contribuyen a la salvación (Tob. 4:7-11), que los santos pueden interceder por otros (2 Mac. 15:13-14) y que la expiación puede ser hecha en favor de los pecados de los muertos (2 Mac. 12:39-45).
Hoy, muchas versiones y traducciones de la Biblia incluyen los libros apócrifos. Si bien no son considerados inspirados por Dios, contienen información que contribuye a una mejor comprensión del desarrollo del pensamiento judío durante el período intertestamentario y provee un útil trasfondo cultural, histórico y religioso para el estudio del Nuevo Testamento.
Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teologia (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacandose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente academico del Southwestern Adventist University.
1. Los apócrifos y la versión griega del Antiguo Testamento. Se argumenta generalmente que los apócrifos fueron incluidos originalmente en la versión griega del Antiguo Testamento, y de allí llegaron a la Biblia cristiana. Pero esto está lejos de ser cierto. La traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta (LXX), comenzó en la primera mitad del tercer siglo a.C. En aquel tiempo, es casi seguro que fue una traducción de solo los cinco libros de Moisés (el Pentateuco o Torá). Se sabe poco acerca del proceso que llevó a la traducción del resto del Antiguo Testamento al griego, particularmente a la traducción o la incorporación de los libros que llamamos apócrifos. No conocemos los libros exactos que fueron incluidos en la Septuaginta durante el tiempo de los apóstoles; ni sabemos si alguna vez hubo una lista oficial de libros apócrifos. Sí sabemos que los judíos nunca consideraron que estos libros formaran parte del canon hebreo. Pero también sabemos que los estimaban y los leían. Manuscritos o fragmentos de algunos de los libros han sido encontrados entre los rollos del Mar Muerto.
2. Los apócrifos y la iglesia cristiana: Se creía que los cristianos adoptaron como su Biblia el canon judío alejandrino más amplio, que incluye a los apócrifos. Esta idea ha sido totalmente desacreditada. En los primeros siglos de la era cristiana, hubo algún debate entre los cristianos referente a estos libros. El caso más famoso es el de Jerónimo (345-420 d.C.). Él decidió traducir el Antiguo Testamento al latín utilizando la Septuaginta, que ya había incluido muchos de los libros apócrifos; pero decidió basar su traducción en el texto hebreo del Antiguo Testamento. Si bien incluyó los apócrifos en su traducción, dejó en claro que estos libros no deberían ser considerados parte del canon inspirado y no debían ser usados para establecer creencias cristianas. Su canon fue el canon breve hebreo. No obstante, consideró que los apócrifos eran dignos de ser leídos.
Agustín sostuvo que la traducción latina de la Biblia debía estar basada en la Septuaginta, para contribuir a la unidad de la iglesia en el Este, donde se utilizaba el griego, y del Oeste, donde se utilizaba el latín. Abogó por considerar los apócrifos como inspirados, y su posición prevaleció. La Biblia latina (la Vulgata) se convirtió en la Biblia oficial de la iglesia cristiana.
3. Los apócrifos y la Reforma: Los reformadores revieron la cuestión de los apócrifos. En su traducción de la Biblia al alemán, Martín Lutero incluyó los libros apócrifos pero, al igual que Jerónimo, no los consideró iguales en autoridad que las Escrituras, y estableció que no debían ser utilizados para definir la doctrina cristiana. La tradición de la Reforma excluyó totalmente los apócrifos del canon, aceptando en su lugar el canon hebreo más breve.
Una de las razones para el rechazo de los apócrifos fue que estos libros apoyaban algunas posiciones erróneas, contrarias a las que la iglesia sostenía como dogmas cristianos. Por ejemplo, apoyan la idea de que las obras humanas contribuyen a la salvación (Tob. 4:7-11), que los santos pueden interceder por otros (2 Mac. 15:13-14) y que la expiación puede ser hecha en favor de los pecados de los muertos (2 Mac. 12:39-45).
Hoy, muchas versiones y traducciones de la Biblia incluyen los libros apócrifos. Si bien no son considerados inspirados por Dios, contienen información que contribuye a una mejor comprensión del desarrollo del pensamiento judío durante el período intertestamentario y provee un útil trasfondo cultural, histórico y religioso para el estudio del Nuevo Testamento.
Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teologia (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacandose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente academico del Southwestern Adventist University.
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